El sonido se produce cuando algo vibra.
Puede ser una cuerda que vibra…
…nuestras cuerdas vocales…
…o la vibración de un tambor.
Toda vibración transmite energía a las partículas más próximas que, a su vez, transmiten la vibración y dan lugar a una onda sonora.
Las partículas vibran según se transmite la energía de la onda, pero no viajan con la onda.
Dado que el sonido depende de las partículas para transferir energía, las ondas sonoras solo pueden propagarse a través de la materia: son ondas mecánicas.
Las ondas sonoras se propagan por sólidos, líquidos o gases, pero nunca a través del vacío, dado que este no contiene partículas.
Las partículas siempre vibran en la dirección en la que se propaga la onda, lo que significa que el sonido es una onda longitudinal.
Los sonidos pueden ser agudos o graves. Es lo que denominamos «tono del sonido».
El tono del sonido depende de la frecuencia, es decir, el número de ondas sonoras que pasan por un punto cada segundo, y se mide en hercios.
Cuanto mayor es la frecuencia, más agudo es el tono.
Cuanto menor es la frecuencia, más grave es el tono.
El volumen de un sonido está determinado por la altura de la onda, denominada «amplitud».
Cuanto mayor es la amplitud, más intenso es el sonido.
Oímos el sonido cuando las vibraciones se propagan a través del aire hasta nuestros oídos y hacen vibrar los huesecillos del oído medio.
Este movimiento se transforma en impulsos eléctricos que son enviados a nuestro cerebro para su decodificación.